Pensar en un pequeño pueblo de montaña, con menos de 3000 habitantes permanentes, puede parecer poco prometedor. Pero, a pesar de ser eso mismo, Kalávrita es mucho más que eso; por su gran carga histórica reciente (hechos de 1821 y de 1943, a la luz de la historia griega resultan inequívocamente recientes); por el tren de trocha angosta que constituye todo un atractivo en sí mismo; por ser un centro de esquí de gran belleza y por algunos monasterios que se encuentran es las cercanías.
1943 – La gran tragedia.
Kalávrita está dominada por una enorme cruz, enclavada en lo alto de la montaña, que nadie puede (y nadie debe, tal es la idea) dejar de ver.
Las mujeres fueron encarceladas con sus hijos menores de 14 años. El resto de los habitantes, hombres y niños mayores de 14 años, fue llevado a la cumbre de la montaña. Desde allí nadie podría evitar ver el espectáculo del fuego quemando sus pertenencias, sus casas, y el pueblo todo con sus mujeres e hijos encerrados en la escuela. El comandante del ejército alemán, mientras las llamas consumían las casas, dio su palabra de honor: nada pasaría a quienes estaban encerrados en el colegio.
En esos momentos el tren se alejaba de la ciudad, cargando todo lo valioso que los alemanes alcanzaron a sacar de las casas, los comercios y los bancos.
Desde el hotel Mega Alexandros, con una bengala verde y luego una roja, se dio la orden de la ejecución. Sólo 13 personas lograron salvarse.
En el lugar de la ejecución es donde hoy se levanta la enorme cruz blanca y un sobrio monumento con los nombres de las víctimas. Sobre la ladera, en letras de gran tamaño se lee el mensaje del pueblo de Kalávrita, no rencoroso, sino fruto del dolor vivido a la fuerza: ΟΧΙ ΠΙΑ ΠΟΛΕΜΟΙ, ΕΙΡΗΝΗ (No más guerra, paz). Y la fecha fatídica, 13 – 12 –1943
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